16/03/2017, Diario Clarín –
El bandoneonista habla de sus comienzos, de su interés por asociar el género a la academia y del nuevo público.
Una sólida tradición tanguera respalda al bandoneonista Daniel Ruggiero, hijo de Osvaldo, bandoneón de la orquesta de Osvaldo Pugliese durante 28 años. Un artista con un espíritu abierto a la innovación sin hacer abandono de sus raíces, que esta noche presenta su álbum Bandoneón es cultura, en el CAFF (Sánchez de Bustamante 764).
“Comencé a tocar el bandoneón después de que murió mi padre; tenía 14 años, estudiaba guitarra en el conservatorio López Buchardo y no había tomado conciencia de quién había sido él en el tango. Pero, por un lado, cuando empecé a estudiar con Cholo Mamone desperté al instrumento y, por el otro, a los pocos días apareció Pugliese por mi casa y nos dijo: ‘Voy a ser el abuelito de esta familia’. Y así fue: visitas, partidos de truco y charlas despertaron mi amor por el tango”, señala el músico, líder además del trío de tango contemporáneo Quasimodo.
En su primer disco solista, Bandoneón es cultura, propone una serie de dúos con vibráfono, cello, violín y clarinete, que le dan forma a un trabajo de ensambles tímbricos con arreglos de bandoneón originales.
“La idea del disco es sumar música arreglada para bandoneón; los arreglos con los que uno estudiaba eran los Astor Piazzolla, Néstor Marconi, Julio Panne y poco más. Siempre sentí que faltaba dentro del tango más música arreglada para bandoneón”, señala Ruggiero, un estilista de técnica depurada.
Su hoja de ruta dice que estudió con maestros de la talla de Marconi, Panne, Alejandro Zárate y Manolo Juárez, a quien recuerda especialmente, “porque es un artista que hace música popular con formación académica, que es lo que siento muy cerca”.
Además de su calidad de intérprete, Ruggiero tiene un fuerte compromiso con la composición: “Cuando compongo trato de desarrollar un contexto tanguero con un vocabulario académico, que es parte indisoluble de mi formación. Sin embargo, en este disco puse mi mirada como arreglador. Busqué encontrar otros colores, formas diferentes e incluso ensambles tímbricos nada comunes para el tango. Quise edificar otras formas sonoras donde el bandoneón se relaciona en dúo con instrumentos como el clarinete o el vibráfono. Intento abrir el tango a otras sonoridades”.
En cuanto a la elección de las composiciones, corrió por un andarivel similar al de los ensambles tímbricos: temas poco conocidos o no tan tocados lo llevaron por un camino poco transitado para este disco. “Grabé una versión de Mi tango triste, de Troilo, que fue siempre una composición tocada con cantante; Aquellos tangos camperos, de Salgán, del que sólo hay versiones suyas; Cristal, de Mores, a la que le hice un arreglo para bandoneón y está en dúo con clarinete, y Retrato de Alfredo Gobbi, de Piazzolla. De todos modos, también hay un par de temas que compuse y que mantienen el tono camarístico que es el hilo conceptual del disco”, agrega Ruggiero.
El bandoneonista dice admirar a los músicos que hicieron un aporte original. “El tango de aquellos compositores que mostraban una permanente innovación. En la orquesta de Pugliese se estrenaba música todo el tiempo. No estaba cristalizado en una cantidad de temas”, dice.
Y posa su mirada en el presente, para concluir: “Lo importante es crear un público interesado en la actualidad del género. A las milongas va mucha gente que participa. Sin embargo, ese público no necesariamente está interesado en ir a escuchar tango, comprar discos o tener una actitud abierta hacia lo nuevo. Les gusta bailar y está muy bien, pero no veo que el éxito de las milongas se haya trasladado al interés por escuchar tango”.
Daniel Ruggiero presenta su álbum “Bandoneón es cultura” hoy, a las 21.30 horas, en el CAFF (Sánchez de Bustamante 772). $100.
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